Cuando el centro del mundo estuvo en Ancash
Imaginarse el Perú en el año 1500 a.C. es algo difícil. Quizás pocas cosas nos serían conocidas. Ver los andes con más nevados y valles pequeños, la costa repleta de bosques, un mar repleto de fauna con miriadas de lobos y aves guaneras… Y la vida de los hombres de costa, sierra, montaña y selva, regida por un sitio sagrado repleto de sacerdotes, chamanes y guerreros que protegían y guardaban los secretos de un culto que unificó todas las tierras, convirtiéndose en el primer gran centro del mundo andino. Como milenios después lo sería el Cusco pero en una versión más militarista. Conozcamos Chavín de Huántar: El centro del mundo.
¿Dónde se encuentra Chavín de Huántar?
Se encuentra ubicado en el “callejón” de Conchucos, departamento de Ancash, en el actual distrito de Chavín de Huántar, en la confluencia de los ríos Mosna y Huachecsa. Es importante esto último, en la mentalidad andina las zonas donde dos ríos se encuentran o tinku (‘encuentro’) son consideradas ideológicamente muy importantes. Chavín de Huántar se encuentra en uno de esos lugares, en una terraza aluvial con un impresionante marco de montañas tras él. La zona no es ni ha sido rica en agricultura o ganadería; las rocas con las que se construyó el sitio provienen de canteras que están, como mínimo, a dos kilómetros de distancia. Esto quiere decir que el sitio fue construido allí por motivos estrictamente religiosos o ideológicos. Y, definitivamente, no fue fácil construirlo. Pero, además hay algo que debe ser tomado en cuenta: se encuentra en una zona que constituye un nudo de caminos que se dirigen de sur a norte y de la costa a la selva, ubicar el templo allí fue también algo pragmático: si fue un oráculo (lugar donde los dioses daban respuestas a consultas de sus creyentes) era necesario que los sacerdotes y chamanes se hallaran bien informados de todo cuanto sucedía en el mundo entonces conocido.
¿Cómo se construyó Chavín de Huántar?
Cuando visitamos este maravilloso sitio arqueológico apreciamos el estado final del lugar, tras su abandono, destrucción debida a aludes y saqueos. Podemos pensar a primera vista que el sitio siempre tuvo más o menos esa forma y que fue resultado de un plan de construcción único. Pero no fue así. Hasta el año 2000 se manejaba la propuesta del Dr. John Rowe sobre la existencia de un ‘Templo Viejo’, con el ídolo del Lanzón como centro, y luego un ‘Templo Nuevo’ con la portada de las falcónidas como elemento resaltante. Sin embargo, tras múltiples análisis de la arquitectura, a cargo del Dr. John Rick de la Universidad de Stanford, sabemos ahora que la historia del sitio es más compleja. Al parecer estuvo originalmente formado por dos templos que, conforme pasó el tiempo, se convirtieron en uno sólo. Es probable que Chavín de Huántar haya iniciado su vida como centro religioso hacia el 1500 a.C., teniendo una vida activa hasta el 500 ó 400 a.C. en que un terremoto acabó con la preciosa manufactura física del templo y este pasara a convertirse en una zona de corrales y pequeñas aldeas. Más de un milenio en que cada vez que fue necesario se transportó rocas desde dos kilómetros de distancia, se las talló para darles forma adecuada para los edificios que se iban ampliando mientras que diestros artistas daban mayores detalles a cornisas, lápidas e ídolos diversos que adornaban los exteriores e interiores del templo. Es muy probable que muchos muros tuvieran revoque de barro con colores diversos… con quién sabe que decoraciones, pequeños fragmentos delatan esto y otros templos de la misma época mejor conservados en la árida costa respaldan esta hipótesis. El gran templo de Chavín de Huántar no es una estructura sencilla, posee galerías internas (se piensa que son subterráneas pero en realidad esta es una apariencia debido a que buena parte del sitio se halla aún bajo escombros). La construcción de estas galerías, ductos de ventilación y de agua hacen que Chavín sea apreciado como un portento de arquitectura e ingeniería.
¿Qué era Chavín de Huántar?
Los descubrimientos realizados por los arqueólogos y diversos investigadores a lo largo del tiempo, unido a las escasas informaciones de tiempos virreinales nos muestran que Chavín fue un centro religioso de primer orden con un apogeo entre el 1000 y el 500 a.C. a este sitio llegaban peregrinos de lugares tan alejados como Cajamarca, Lima, Huánuco y La Libertad con productos de lugares aún más lejanos como la concha del molusco Spondylus (‘mullu’ en quechua) provenientes de las costas de Piura y Guayaquil. Estas ofrendas eran llevadas en calidad de obsequios a los dioses de Chavín quienes eran capaces de emitir oráculos a través de sus sacerdotes. El uso de sustancias psicoactivas como el cactus ‘San Pedro’ debieron ayudar a los encargados del culto a ponerse en contacto con sus divinidades en medio de estados alterados de conciencia. Las representaciones de músicos tocando trompetas de caracol (‘pututos’ en caribe y ‘wayllaquepa’ en quechua) nos indican que el elemento musical era importante, sólo en una galería se recuperaron más de veinte de estas trompetas, muchas de ellas que aún podían ser tocadas. Las representaciones de los sacerdotes nos muestran complejas vestimentas, ornamentos de metal por todo el cuerpo, plumas y otros adornos con forma de animales, bocas, colmillos; esto no hace sino mostrarnos que se manejaban complejos sistemas de jerarquía y especialización entre ellos. Las galerías internas debieron formar parte de las actividades religiosas pues en una de ellas se encuentra el ídolo del ‘Lanzón’, una impresionante escultura de más de cuatro metros de alto, constituye el único ídolo prehispánico que permanece en su lugar original desde hace milenios. Su aspecto perturbador, con una aparente sonrisa mostrando colmillos, ojos desorbitados entre otros rasgos, es aún un desafío para el entendimiento de este sitio. La presencia de plazas de diversos tamaños y formas nos muestran que no todos podían acceder a los rituales más importantes, la gran plaza cuadrangular debió albergar gran cantidad de personas pero las más cercanas a los edificios de forma rectangular y circular debieron ser para una élite que podía darse el lujo de estar más cerca a las divinidades. Ductos subterráneos de agua cumplieron la misión no sólo de evacuar las lluvias sino también la de crear sonidos que debieron ser parte de las ceremonias. Algunos arqueólogos sostienen que es la imitación del rugido de un jaguar y que así se hacía creer a la población peregrina que el dios hablaba; sin embargo, debió ser más usado para crear una atmósfera de sobrecogimiento y éxtasis durante las ceremonias y sacrificios. El tema del sacrificio humano es muy polémico pero la evidencia de la galería de las ofrendas nos muestra que en medio de platos con restos de animales de cacería había restos humanos cocinados. Todo esto presentado como ofrenda a los dioses.
¿Quiénes han estudiado a este sitio arqueológico?
El sitio fue conocido desde tiempos prehispánicos, objeto de múltiples leyendas de los pueblos indígenas que habitaban la zona a la llegada de los españoles, objeto de curiosidad para clérigos y cronistas durante el virreinato, ya en la República los estudiosos Antonio Raimondi (Italia) y Ernest Middendorf (Alemania) lo visitaron. Justamente, Middendorf logra visualizar y dibujar parcialmente el célebre ídolo del ‘Lanzón’ y tipifica el sitio como ‘pre-inca’, algo verdaderamente resaltante pues se consideraba que todo sitio arqueológico era del Tahuantinsuyo en aquel entonces. Sin embargo, es con la llegada del Dr. Julio César Tello, Padre de la Arqueología Peruana, que el sitio alcanza renombre mundial. Tello visita Chavín de Huántar hacia 1919 rescatando el Obelisco de Chavín (luego bautizado como ‘Obelisco Tello’) que se hallaba expuesto en la plaza del pueblo y llevándolo al Museo de Arqueología de la Universidad de San Marcos. Posteriormente Tello logra definir al sitio como el más característico de la cultura y civilización bautizada como Chavín y tipificada por él –hacia 1940- como la ‘Cultura Matriz’ de la civilización andina, resultado de la llegada de pueblos amazónicos que se instalaron en los andes. A la muerte del Dr. Tello continuó los trabajos de campo uno de sus discípulos, Marino Gonzales; luego sería el Dr. Federico Kauffman quien continuaría con trabajos en el sitio. Tras el terremoto de 1970 el Dr. Luís Lumbreras daría inicio a trabajos de excavación descubriendo la ‘Galería de las Ofrendas’, un repositorio de centenares de vasijas de cerámica y otros restos dejados como ofrenda. Luego el Dr. Richard Burger de la Universidad de Yale (EE.UU.) trataría de demostrar que los planteamientos de Tello y Lumbreras estaban equivocados, casi cuatro décadas después terminaría reconociendo la validez de los planteamientos de Tello. Hacia mediados de la década de los noventa del siglo pasado llegaría el Dr. John Rick de la Universidad de Stanford con tecnología de punta con la que hasta la actualidad continúa realizando aportes valiosos al entendimiento del sitio; pero, lamentablemente, con una escasa difusión. En medio de todo este panorama han tenido particular importancia la participación, siempre, de estudiantes de universidades peruanas quienes han podido estar en contacto con técnicas y tecnologías nuevas, pero, olvidando casi por completo el aporte del Dr. Tello. Quienes crean que sus ideas están erradas por existir –obviamente– sitios más antiguos, están equivocados. En próximos textos podremos analizar esto con detalle, lo cierto es que el cuerpo general de ideas de Tello sobre Chavín sigue en pie; son los fechados y otros conocimientos que con el avance tecnológico obvio, son los que presentan un panorama un tanto distinto del sitio y sus antecedentes, el más claro de todos Caral; pero, igual hay que tener en cuenta que Caral es sólo uno de muchos centros religiosos similares de la costa andina.
¿Cómo era considerado Chavín de Huántar a la llegada de los españoles?
A la llegada de los españoles el templo de Chavín de Huántar se hallaba en ruinas, no sólo un terremoto y aluviones habían sepultado buena parte del sitio sino que este era objeto de numerosas intervenciones de personas que realizaban ofrendas en el sitio. Su valor e importancia había permanecido así dos mil años después de su fin como centro religioso activo. Cronistas hispanos comparan el sitio con Roma y Jerusalén y hablan de las grandes peregrinaciones que se realizaban para rendir culto a sus dioses. Dioses que continuaban en el imaginario popular: hasta el siglo XVII hay procesos judiciales por idolatría donde se menciona al temible ‘Wari’ que moraba en Chavín, sacrificios de arañas, ofrendas diversas; incluso se interpretan las múltiples esculturas en piedra con enrevesadas figuras como dioses secundarios encerrados en Chavín por desobediencia al Wari. La importancia de Chavín se puede entender debido a esta presencia de esculturas, para la ideología andina los dioses pueden convertirse en piedra por voluntad propia o como castigo sufrido ante otras más poderosas. Las más de cien litoesculturas recuperadas por Tello son una pobre muestra de lo que debió ser el sitio antes de ser objeto de la furia de los sacerdotes católicos que buscaban ‘extirpar la idolatría’ y del saqueo esporádico. Recordemos la anécdota del descubrimiento de la Estela de Raimondi: esta era una mesa en la casa de un poblador de Chavín.
¿Para qué nos sirve este sitio hoy?
Han pasado más de tres milenios desde que se empezara construir Chavín de Huántar y sus restos siguen en pie desafiando el entendimiento de científicos y autodidactas. El legado de Chavín es apenas conocido a pesar del esfuerzo de tantos investigadores. Es deber primordial de cualquier gobierno auténticamente nacionalista el buscar que este sitio sea investigado de manera sistemática y no sólo por pequeñas temporadas de una universidad extranjera (a la cual no le quitamos ningún merito con la salvedad de las escasas publicaciones realizadas). Chavín constituye uno de los más grandes hitos en el desarrollo cultural autóctono, alcanzó un grandísimo poder en base a una ideología religiosa que se sigue manteniendo en la mente del poblador andino (dualidad, complementariedad, etc.). Si bien sitios como Caral son, definitivamente, más antiguos, y alcanzan un desarrollo enorme; sólo a partir de Chavín vemos una capacidad de convocatoria que trasciende lo regional. Chavín, como muchos sitios arqueológicos no debe ser un simple atractivo turístico, su iluminación nocturna para recibir visitantes de noche es una buena iniciativa pero el sitio debe ser entendido como una fuente de identidad y orgullo del peruano, para ello hace falta investigar más y, por sobre todo, dar a conocer el sitio en un lenguaje sencillo, que lo pueda entender un niño de primaria y no sólo textos académicos científicos. Se habla mucho de democratización de la cultura, el resultado es sitios arqueológicos convertidos en salas de conciertos musicales, teatro, opera, cine, títeres, shows circenses y recreaciones del ‘Inti raymi’. Creemos que no es la manera de poner un sitio arqueológico en el imaginario popular.
Chavín de Huántar, la Jerusalén de los andes aún aguarda a más investigadores acuciosos y de verdadero sentir peruanista que con objetividad y pasión den a conocer sus secretos a todos los peruanos.
Departamento de Estudios en Arqueología e Historia -DEAH
Pedro Vargas Nalvarte, Jefe de Departamento, Licenciado en Arqueología por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y Magister en Lingüística por la misma casa de estudios, investigador del Laboratorio de Paleontología de Vertebrados del Museo de Historia Natural UNMSM y de la Asociación Peruana de Arte Rupestre.
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