El Socialismo de Mercado de Chen Yun
- Luca Bagatin
- hace 2 días
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Chen Yun (1905–1995) fue un importante estadista y revolucionario que contribuyó a construir la economía socialista en la República Popular China, modernizarla y guiarla hacia el progreso. Este año se cumplen 120 años de su nacimiento, y el presidente chino Xi Jinping quiso honrar su memoria en la Gran Sala del Pueblo de Pekín, el pasado 13 de junio.
Inscrito en el Partido Comunista de China (PCCh) desde 1924, Chen Yun fue elegido en 1930 como miembro suplente del Comité Central del PCCh. Cuatro años después, ingresó en el Comité Permanente del Politburó.
En los años 40 fue nombrado responsable económico de las áreas ocupadas por los comunistas y, tras la fundación de la República Popular en 1949, fue nombrado Viceprimer Ministro hasta 1966 y se ocupó de los sectores relacionados con la economía, las finanzas y las infraestructuras. Entre 1956 y 1958 ocupó el cargo de Ministro de Comercio.
Chen Yun, por su pragmatismo y sus capacidades económicas, podría, en mi opinión, ser considerado el “Roberto Tremelloni chino”. Además, ocupó, en prácticamente los mismos años, los mismos cargos que nuestro excelente Ministro de Economía socialdemócrata [de Italia].
A diferencia de Mao, Chen Yun creía que el socialismo solo podía desarrollarse gracias a la economía de mercado y a una mayor descentralización. Los hechos, con el tiempo, le dieron la razón.
De hecho, Chen Yun, criticado por sus ideas durante la Revolución Cultural, fue un defensor de Deng Xiaoping en los años posteriores a la muerte de Mao y, junto con él, uno de los promotores del nuevo rumbo reformista de mercado del socialismo chino.
En 1979 fue nuevamente nombrado Viceprimer Ministro y, con Deng Xiaoping al frente del país y del PCCh, impulsó las reformas económicas que abrirían a China al mercado, manteniendo los sectores clave en manos públicas y sosteniendo la planificación económica.
Ésta será la receta del éxito de la República Popular China: no ya la transición al capitalismo, sino la renovación y el fortalecimiento del socialismo mediante la liberación de las fuerzas productivas del país a través del mercado. La labor de Chen Yun fue y sigue siendo una inspiración para las generaciones posteriores de dirigentes chinos, desde Jiang Zemin hasta Hu Jintao y el actual presidente Xi Jinping.
El presidente Xi, en su discurso conmemorativo por los 120 años del nacimiento de Chen Yun, recordó su ardor de revolucionario obrero, que contribuyó a liberar a China de la opresión y del caos. En particular, subrayó que:
“El camarada Chen Yun consolidó y mantuvo firmes ideales y convicciones, un fuerte espíritu y principios de partido, un estilo pragmático y una búsqueda de la verdad, un simple sentido del servicio público y el espíritu del estudio diligente que cultivó y conservó a lo largo de su larga carrera revolucionaria, encarnando las nobles cualidades de los comunistas. Él afirmó: ‘Lo más agradable para una persona es participar en la revolución y luchar por los intereses del pueblo. Quien abandone al pueblo y al partido no puede lograr nada.’ En los momentos críticos, siempre mantuvo la postura política correcta y mostró claramente su actitud. Cuando el desarrollo de la causa del partido enfrentó dificultades, siempre fue capaz de mantener la lucidez, presentar opiniones originales basadas en una reflexión cuidadosa y encontrar maneras eficaces de resolver los problemas.”
La China de hoy, por otra parte, mira con orgullo y confianza a su socialismo con características chinas, que tiene raíces antiguas y sólidas y es fruto del esfuerzo de quienes contribuyeron a su edificación. Además, China está en la primera línea por la paz, la cooperación y la ventaja mutua entre países, en un mundo cada vez más descontrolado e irresponsable.
Como escribió el amigo profesor Giancarlo Elia Valori, gran amigo de China y de la cooperación internacional, en un artículo reciente:
“En 2023, el presidente Xi Jinping propuso solemnemente la Iniciativa para la Civilización Global, apoyando la promoción de los valores comunes de toda la humanidad, poniendo énfasis en la herencia y la innovación de las civilizaciones y fortaleciendo los intercambios y la cooperación internacional en las ciencias humanas. (…) En primer lugar, defender la igualdad de las civilizaciones, para que no existan etnias jerárquicas con cabello rubio y ojos azules que dominen sobre las demás, ya que no hay superioridad o inferioridad en las civilizaciones. Los caminos de desarrollo y los sistemas sociales de todos los pueblos deben ser respetados; rechazar los conflictos entre civilizaciones; evitar la injerencia en los asuntos internos; resistir las prepotencias unilaterales; salvaguardar la equidad y la justicia; y compartir la dignidad igualitaria.
Es un deber promover el verdadero multilateralismo; apoyar a las Naciones Unidas en su importante papel en la promoción del diálogo entre civilizaciones; sustituir la competencia por la cooperación; dejar que el sistema de ganar-ganar prevalezca sobre el de suma cero; y seguir el camino de la coexistencia pacífica entre diferentes civilizaciones.
En segundo lugar, debemos promover intercambios culturales. La comunidad internacional debe fortalecer los intercambios y el aprendizaje mutuo; extraer sabiduría del diálogo civilizacional para resolver los problemas globales y ampliar el camino de la modernización mundial. (…) En tercer lugar, hay que promover el progreso de la civilización (…) Solo el diálogo compone la melodía de la integración y puede edificar una civilización humana mejor, que sea la síntesis de todas las realidades étnicas y culturales del único planeta en el que habitamos.”
Palabras sabias en una época en la que la sabiduría – de “nuestras partes” – parece haber desaparecido. Sustituida por un vacío ensordecedor lleno de ideología, fanatismo, ignorancia, irresponsabilidad, prejuicios, odio y violencia.
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