Durante la época medioeval sucedía que una de las instituciones más poderosas en la faz de la tierra eran las iglesias, corporaciones construidas sobre narrativas relativamente concisas de la existencia de un plano espiritual gobernado por entes celestialmente superiores. Tal era la potestad de estos constructos, que los jerarcas eclesiásticos podían convocar a guerras con objetivos terrenales pero encubiertos de sacros. En la declaratoria de estos eventos, que desde una perspectiva aristocrática podrían parecer ostentar un atributo noble y justo, los que realmente resultaban más afectados era el pueblo llano puesto que estos constituían los grandes ejércitos que eran lanzados sin piedad hacia la perdición. Estos hechos anticuados para nuestros tiempos parecieran tener cierta similitud con las elecciones que actualmente estamos teniendo en el Perú.
Si en la oportunidad actual utilizamos las figuras anteriormente mencionadas, encontramos dos «iglesias» o «instituciones» en contradicción flagrante: a la izquierda, representada en el candidato Pedro Castillo Terrones; y a la derecha, encarnada en la candidata Keiko Fujimori Higuchi. Podría argumentarse, sin embargo, que es esta última la que está tomando actitudes más medioevales y polarizantes que la otra. La derecha, esta vez, se aglutina en un frente donde confluyen posiciones que inicialmente podrían parecer contrapuestas.
El supuesto Guernica existente dentro de las posiciones ubicadas en la diestra se apaga y deja lucir una composición en extremo dura y concisa. Las tendencias que no responden al llamado de inmediato, como las de De Soto o Lescano, son tachadas casi al instante de simpatizantes del terrorismo y de la subversión, con ello dejando como única opción la dicotomía.
A pesar de que efectivamente se le quiere dar al panorama un tinte épico o de cruzada, la verdad no podría ser más alejada de esta si recordamos que la candidata a la cual se le quiere dar el calificativo de adalid de la democracia liberal e institucional es una señora con acusaciones graves de corrupción y cuyo grupo político, a través del parlamento, generó durante años, y de manera injustificada, una pesada y molesta crisis política.
En lugar de ser cautos, analizar fríamente la situación general y tomar una decisión ponderando las ventajas y desventajas de cada opción; los señores de la derecha ponen en primerísimo lugar sus intereses y privilegios que tienen, se desentienden de la razón y proceden a adoptar un defensismo ante un sistema que es cuestionado por la gran mayoría de fuerzas políticas, excepto, claro, por el fujimorismo, quien fue su instaurador en la carta magna de 1993. Las críticas y agitaciones en contra del mercantilismo liberal y del globalismo son rápidamente olvidadas ante la perspectiva de una posible llega al poder de una persona que es bastante explícita en sus deseos de un cambio radical, los cuales muy probablemente serán bloqueados por los mecanismos republicanos actualmente imperantes.
Se empiezan a difundir noticias alarmistas sobre la venida del comunismo marxista, del bolivarianismo y demás ismos cuya influencia es nula en el escenario nacional; con ello causando a su vez pánico financiero y monetario. Realmente pareciera que casi 200 años de vida republicana han pasado en vano para que una cuestión tan normal dentro de la vida del Estado como es el advenimiento de una posición izquierdista al gobierno sea asumida con un alto grado de pasión, y lo que es peor, miedo. No estamos en las épocas medioevales donde la educación era un privilegio para que imitemos al siervo de la gleba que era reclutado por su señor feudal con la finalidad de que vaya a batirse contra los moros, sino en la era contemporánea donde las ciencias sociales e históricas nos enseñan que no debemos tenerle terror a los cambios que suceden en nuestro alrededor, sino que tenemos que asumirlos con inteligencia y enfocarlos hacia un camino en donde pueda seguir nuestro progreso social.
Fuente: ROSARIO SÁNCHEZ, José Carlos. «Columna de Opinión No. 06 del 05.05.2021». Diario La Verdad. Lima, Perú.
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