El domingo 11 de abril fue un día bastante sorpresivo debido a los resultados de los comicios del 2021, los cuales dieron por ganador en primera vuelta a Pedro Castillo Terrones, candidato de la agrupación de izquierdas Perú Libre. A pesar de que las encuestas de los días anteriores a este evento indicaban una subida considerable en el porcentaje de Castillo, muy poca gente –siquiera en la costa– se imaginaba que iba a ostentar en primer lugar, y muchísima menos gente pensaba que el fujimorismo iba a terminar en segundo.
Apenas se proclamó este resultado, ya se estaban haciendo los primeros disparos por medio de redes sociales entre las respectivas trincheras. Mientras que a Keiko Fujimori se le empezó a sacar en cara sus procesos judiciales, sus escándalos durante la dictadura de su padre y la execrable actuación de su partido en los últimos 5 años; a Pedro Castillo se le empezó a hacer una campaña de desprestigio acusándolo entre otras cosas de subversivo y extremista –adjetivos que concuerdan con el ambiente macartista que el Perú ha vivido desde la década de los 90's. Las acusaciones principales que se le hacen al señor Castillo son dos: (i) que es un terrorista relacionado con grupos maximalistas, y que (ii) es un agente comunista cuya meta es transformar a la nación en una república fallida.
Mientras que podría argumentarse que en el discurso perulibrista existen ciertas partes que deben ser afinadas y moderadas por el pueblo mismo a través del diálogo, la gran mayoría de lo que se dice falta a la verdad. Con respecto al primer calificativo, ello no puede sostenerse puesto que Castillo es parte de las rondas campesinas, las cuales en su momento combatieron la subversión en la sierra. Además, probablemente, dentro del magisterio, el actual candidato tal vez pudo observar integrantes minúsculos que simpatizaran con el senderismo, pero no hay absolutamente ninguna prueba de que él personalmente se haya relacionada con ellos o que estos tuvieran decisiones sobre el manejo de la dirigencia sindical. Afortunadamente, este punto está siendo atacado y cada vez más difícil de sostener, tanto así que inclusive varios integrantes del fujimorismo se están retractando de lo sugerido.
La segunda incriminación es la que genera mayor temor ya que se intenta comparar nuestra futura situación con la de Venezuela. Si analizamos mesuradamente esta afirmación, podemos ver que no se cumple absolutamente ningún supuesto para que tal tesis pueda volverse una realidad. En primer lugar, la crisis económica venezolana se produce debido a la excesiva dependencia del país en una sola materia: el petróleo, cosa que no se da en el Perú, donde tenemos diversas materias primas muy atractivas para la inversión privada como el cobre, el litio, el oro, la plata, etc. Es improbable que todos estos elementos básicos sufran una caída en su precio como lo hizo el petróleo en su momento. En segundo lugar, si es que a Castillo se le cruzara por la cabeza el intentar copar todos los poderes del Estado y salirse del esquema constitucional, primero tendría que enfrentarse al poder militar, el cual al final es el determinante en la consolidación de un nuevo régimen. Que la actual cúpula militar permitiera tranquilamente el tránsito de la república peruana en una dictadura de corte izquierdista es una situación ridícula teniendo en cuenta el historial y las actitudes que ha tenido la armada con todo lo relacionado a la izquierda. Más bien, es muchísimo más imaginable que Fujimori realizara un golpe y copara todos los poderes del Estado debido a que es ella quien ya ostenta vínculos comprobados en la rama judicial (véase los Cuellos Blancos), y en el apartado militar, puesto que es una práctica común el que oficiales del ejército terminen militando en organizaciones afines.
En conclusión, se debe tener relativo cuidado en estas elecciones con respecto a la desinformación, y no dejarse asustar por los fantasmas que pueden aparecer.
Fuente: ROSARIO SÁNCHEZ, José Carlos. «Columna de Opinión No. 05 del 19.04.2021». Diario La Verdad. Lima, Perú.
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