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El Alto Nacional: para ir mas allá de la izquierda y la derecha




Este neologismo político, que de ningún modo se refiere a una postura de centro, se aparta del faccionalismo, reivindicando a la nación como un todo. Una mirada...

En la literatura de la ciencia política, está desde hace ya bastante tiempo muy difundida aquella afirmación que reza la obsolescencia de la división axial izquierda-derecha. No es necesario elaborar una completa suma de obras y pensadores que han sostenido la infertilidad de tal esquema para darnos cuenta con ojo propio que es al día de hoy harto insuficiente. Si ello es cierto en el campo de la interpretación de la realidad social es aún más certero en el rubro de la elección política. La izquierda, la derecha y en ello el centro tampoco representan ya posturas concretas y viables a las acuciantes necesidades políticas de los pueblos.


Y es que si analizamos el contenido “dogmático” de los partidos políticos en Colombia [como también en el resto de Iberoamérica] no encontraremos sino variaciones de grados en la superficie y una idéntica coincidencia de sus esquemas programáticos —que ya no ideologías— en sus bases sillares. Esto es así porque después de la caída del muro de Berlín las sociedades capitalistas de occidente han censurado a la política y lo político en sí mismo, reemplazando dichas dimensiones inherentes al hombre por una razón de vida mercadotécnica y de consumo, sometidas estrictamente al código liberal hoy neoliberalismo o posliberalismo. No debemos sorprendernos entonces como los partidos políticos a la orden del día ven desfilar militantes de aquí para allá atravesando por todo el espectro político colombiano [en el Perú esto es cosa de diario, y llegó a su punto álgido en los llamados partidos vientres de alquiler], además de aquellas impensables alianzas por la pura finalidad utilitaria, esto es, la búsqueda furtiva del voto y la conveniencia política del momento.


Se fundan nuevos partidos, mutan sus alianzas según sea la ocasión, y todos ellos solo representan camarillas de intereses de facción envueltos en mixturas ideológicas por lo más harto risibles pero que se hacen cada vez más homogéneas, vacuas y monótonas. Observemos las elecciones regionales y presidenciales en los últimos años. La polarización en torno al uribismo [Derecha] y al petrismo [Izquierda] tuvo sus puntos álgidos, pero el colombiano paulatinamente ha ido observando la nefasta y falaz naturaleza de dicha fragmentación, decantándose por posturas de centro y sin embargo, chocando con las dubitativas y ambiguas posiciones de Sergio Fajardo [Centro izquierda]. El panorama continental no es distinto. Entre conflagraciones sociales, «golpes de Estado» y elecciones presidenciales, los pueblos no encuentran más soluciones que virar ocasionalmente de izquierda a derecha y de derecha a izquierda sin hallar más que inconformidad y las mismas situaciones de siempre.


Es por ello que se hace necesario encontrar nuevas posiciones de acción e interpretación política. Es aquí donde entra en escena un concepto novísimo de naturaleza apenas embrionaria, el «alto nacional». Este neologismo político tiene su origen en el ámbito intelectual peruano, más específicamente en la obra del joven abogado, filósofo político y del derecho Israel Lira y su Centro de Estudios Crisolistas (CEC). El alto se aparta del faccionalismo de izquierda o derecha reivindicando a la nación como un todo. Coincide con el centro por cuanto este toma los mejores aspectos de la izquierda y la derecha aborreciendo de sus errores y extremos. Sin embargo, el alto no es una postura de centro pues este último solo es un punto geométrico que refrenda actitudes moderadas (centro-izquierdismo, centro-derechismo) y no una posición en sí misma. El centro es centro porque pertenece a la lógica izquierda-derecha.


La denominación alto obedece a dos principios fundamentales: su posición por encima del esquema izquierda-centro-derecha; y la reivindicación de una antropología filosófica de la trascendencia y la superación humana. Más importante, el alto postula como bien máximo el interés nacional concibiendo —como ya lo anotamos—a la nación como un todo [en términos de Comunidad organizada]. En palabras de Lira, se sitúa «por encima de la izquierda y la derecha, pero que parte del único aspecto positivo y rescatable del centro, en referencia a esa tendencia de síntesis, pero destinada a la superación, a una definitiva evolución» (Fundamentos del Crisolismo, 2019: 22).


Por último, sea necesario decir que la reivindicación del interés nacional implica la concordancia con ciertos puntos innegociables como lo son la soberanía económica, territorial y militar de la nación; su integridad ecológica; la reivindicación de los valores éticos del pueblo; el bienestar ciudadano; y el trabajo unitario por [y para] la patria. Cuestiones ellas que atañen al conjunto de toda la ciudadanía y que siendo capitales para el sostenimiento de la nación configuran un pacto sobre lo fundamental [y que constituyen por ello el núcleo mínimo de principios del alto nacional como espectro político, ver nota al pie (1)]. El alto nacional refrenda la postura de filósofos políticos como Alexander Dugin: «más allá de la izquierda y la derecha, pero contra el centro» [así como de Alain de Benoist y Diego Fusaro].


Existe vida nacional más allá de Petro, Uribe o Fajardo [así como en el Perú, de Pedro Castillo, Keiko Fujimori o Dina Boluarte], ella solo se encuentra en aquel espacio laborioso que reivindicando la unidad por el bien nacional combate los intereses sectoriales de facciones que pugnan por imponer sus agendas políticas al resto del pueblo.


Por Carlos Fernando Rodríguez, activista nacionalista y miembro del Centro de Estudios para la Colombianidad.


Nota: los corchetes son comentarios del editor para contextualizar el artículo al escenario peruano e iberoamericano.


[1] «Somos de Alto, que es la postura popular, que sería un espectro verticalya que el pueblo como tal no se identifica de pleno con ideologías de izquierda o derecha, el pueblo es pueblo y mira a los partidos desde el acantilado político, desde una visión panorámica, por encima de lo que se le presenta en el tablero político, generando adhesiones firmes y duraderas cuando se cumple con las expectativas populares y rechazos firmes y sancionadores cuando es traicionado. Pero también adhesiones momentáneas que duran la emoción de campaña y rechazos temporales que se convierten en nuevas adhesiones. Ese es el pueblo en toda su sencillez y complejidad. El pueblo no aboga por posturas determinadas en el espectro político, sino que brega más por ideales e ideas fuerza de libertad, orden, justicia y valores morales, que en tanto ideales son trasversales a las posturas políticas y que las trascienden y son superiores a estas. El pueblo apoyará la opción política que mejor sepa representar estos ideales metapolíticos. Nuestro espíritu de diálogo interpolítico y de superación patriótica va acorde con la construcción de esta nueva postura en la teoría y la práctica política nacional. Si como peruanos no podemos crear posturas nuevas acorde a nuestro contexto peruano particular ¿Qué clase de patriotas seremos para la nueva era? La nueva era del renacimiento nacional no será de mera repetición sino de creación heroica y si se quiere de repetición creativa. Por ello es que los actores del Alto son los –(i) ciudadanos de a pie, (ii) los decepcionados de los espectros políticos tradicionales y (iii) los de Izquierda o Derecha (iii)– que han tomado conciencia que hay ideales superiores que trascienden a sus posturas políticas, generando mediaciones que deben de primar a la hora de los debates y del establecimiento y ejecución de las políticas de Estado» (JNP, 2021). En: https://juntanacionalperu.wixsite.com/crisolismo/copia-de-qué-queremos


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