Debido a la coyuntura altamente polarizada por la que estamos viviendo, los enfrentamientos ideológicos y teóricos entre izquierdas y derechas se están volviendo cada vez más comunes, siendo los primeros contendientes, por diversas razones, los más atacados. Gracias al pase del candidato Pedro Castillo a la segunda vuelta electoral, el socialismo ha vuelto a la palestra del debate nacional, cosa que no ha pasado desapercibido por los grupos de poder de turno, quien han exclamado con horror la amenaza que este puede representar a la democracia peruana. Sin embargo, ¿qué tan de cierto hay en estas afirmaciones? Para averiguarlo tendríamos que analizar concienzudamente lo que proponen los dos elementos que según estos señores están totalmente contrapuestos.
El socialismo, en primer lugar, no es una ideología uniforme como quieren hacerlo pasar los sectores opositores, puesto que dentro de su seno existen varias sub escuelas, las cuales no coinciden en todo y pueden ostentar sus propios matices. El punto en donde convergen todas estas tendencias es en el hecho de que admiten la obsolescencia del sistema capitalista y la necesidad de su reemplazo por un nuevo esquema social que, al contrario del liberalismo librecambista, luche por el bienestar común y eleve al colectivismo a principio rector de la sociedad.
La democracia, por otra parte, es un principio-valor que afirma la necesidad de que el gobierno de un grupo de personas debe ser a través de la obediencia hacia lo que desee la mayoría, cosa que liberales y conservadores interpretan como la simple realización de elecciones de representantes. Los socialistas, en su gran parte, difieren de esta última visión, puesto que, en vez de creer en el purismo plebiscitario, hallan más apto el empoderamiento y en la participación de la sociedad en su conjunto.
El socialismo y la democracia no son antagónicos, son complementarios, ya que el primero no quiere limitar la segunda a una mera expresión electoral, sino que desea expandirla en el aspecto político-económicos a través de la aplicación de un modelo productivo que permita una distribución justa de la riqueza, además de la ansiada realización de un estado de bienestar que haga efectivos los derechos de segunda y tercera generación. También se desea ampliarla en el tema administrativo, porque reconoce que la representatividad es una conquista –llegando a la conclusión de que su hipotética destrucción no sería un avance, sino un retroceso– digna de proteger y perfeccionarla mediante la inclusión de ciertos dispositivos de participación ciudadana para que la colectividad directamente tenga ciertas atribuciones dentro del manejo de los asuntos estatales.
En el Perú, la derecha se llena la boca hablando de la imposibilidad de todo este programa, pero lo que ellos no dicen es que tales medidas ya fueron adoptadas hace un buen tiempo en prácticamente todos los países desarrollados del mundo. Inglaterra y Francia tienen sistemas de salud socializados y nadie les pone el mote de comunistas o de dictatoriales. Lo que sucede es que a nuestro grupo de poder político no les importa el tema democrático, ya que en realidad lo que se busca es el favorecimiento exclusivo de la clase empresarial y demás individuos que utilizan sus privilegios monetarios y crematísticos con la finalidad de influenciar de manera minoritaria la administración de los recursos públicos.
Ya es hora de que, en el Perú, se emprenda el camino hacia estas políticas correctas y progresivas, las cuales –gracias a las condiciones históricas que tenemos– no aparecerán instantáneamente. La llegada al poder de un gobierno de izquierda socialista puede que no signifique la adopción inmediata de todas esas medidas, pero si la puesta de estos objetivos como meta a largo plazo y el establecimiento de las bases necesarias con el fin de que este proceso pueda ser continuado con facilidad por otras personas, pero, claro, ello si el pueblo lo permite a través de la manifestación de su voluntad.
Fuente: ROSARIO SÁNCHEZ, José Carlos. «Columna de Opinión No. 09 del 09.06.2021». Diario La Verdad. Lima, Perú.
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