Por Alain de Benoist, académico francés, líder e ideólogo principal del think tank de la Nouvelle Droite y del Groupement de recherche et d´etudes pour la civilisation européenne. Edita desde 1968 el periódico Nouvelle École y desde 1988 Krisis. En 1978 recibió el Gran Premio de Ensayo de la Academia Francesa.
En una entrevista concedida a la revista Les Amis de Jean Mabire, Alain de Benoist aborda los orígenes y el significado del concepto de «metapolítica», central en las actividades de la Nueva Derecha y de la cual es su principal representante. Se trata de un concepto usado a menudo, pero que no siempre es comprendido del todo, de ahí el gran interés que tiene esta aclaración, siendo igualmente una mirada retrospectiva a su trayectoria de pensamiento.
AMIGOS DE JEAN MABIRE: ¿Cuándo descubrió la metapolítica? ¿Ya estaba familiarizado con este tema? ¿Qué piensa de él hoy en día?
ALAIN DE BENOIST: Probablemente descubrí este término por primera vez en la segunda mitad de los años sesenta, pero no recuerdo en qué circunstancias. Por aquel entonces no conocía el libro de Peter Viereck Metapolitics, publicado en Nueva York en 1941 y que es bastante discutible a la hora de describir la cultura alemana posromántica desde una perspectiva crítica. Tampoco había leído el libro de Anthony James Gregor de 1971 An Introduction to Metapolitics. Y, por supuesto, ignoraba por completo que la palabra se utilizó por primera vez en el siglo XVII en un manuscrito titulado Metapolitica, hoc est tractatus de republica philosophice considerata, ahora en el Archivo Histórico de la Diócesis de Vigevano, cerca de Pavía, escrito por el matemático y filósofo católico español Juan Caramuel y Lobkowitz, nacido en Madrid en 1606.
Yo acababa de salir de la adolescencia y, por razones que he explicado en otro lugar, tenía ganas de romper con el compromiso político y militante que había adquirido en los años anteriores. El término «metapolítica» me parecía el más adecuado para convencer a algunos de mis amigos de que el trabajo teórico, cultural o intelectual era al menos tan importante como la acción política cotidiana. Mi ambición era crear una escuela de pensamiento que se distanciara de las contingencias de la actualidad y trabajara colectivamente para fundar o refundar un cuerpo teórico que abarcara todas las áreas del conocimiento y el aprendizaje. El proyecto era vasto, hay que reconocerlo, y no exento de cierta ingenuidad, pero yo ya era muy consciente de la gran dificultad que entrañaba compaginar un trabajo de reflexión con un compromiso político. Me daba cuenta de que los políticos querían ante todo unir a la gente, mientras que a sus ojos las ideas dividían. También me di cuenta de que transponer un programa ideológico a un programa político significaba hacer constantemente concesiones que yo no estaba dispuesto a hacer: empiezas queriendo defender las ideas de tu estrategia y acabas por adoptar ideas que ya no hacen parte de la misma.
En resumen, al principio, al menos para mí, la metapolítica era simplemente sinónimo de trabajo intelectual colectivo. Esta ida no siempre fue entendida de forma correcta ni tampoco aceptada de forma correcta. Me equivoque al enfadarme a veces sobre este tema: ¡Los hombres con poder no pueden transformarse por medio del movimiento de una varita mágica en hombres de intelecto! En este campo, como en muchos otros, no se puede cambiar el sombrero que se usa simplemente por medio de la voluntad.
LES AMIS DE JEAN MABIRE: ¿Fue el hecho de estar familiarizado con los escritos de Antonio Gramsci lo que lo llevó a la metapolítica o Gramsci simplemente confirmó su interés por este campo?
ALAIN DE BENOIST: Mi estudio de Gramsci no precedió mi interés por la metapolítica; al contrario, surgió de él. Mi primer artículo sobre Gramsci, aparecido en Valeurs actuelles, que data de ¡Octubre de 1974! Pero lo cierto es que en los años setenta escribí muchos artículos sobre la relación entre cultura y política. Me propuse definir la idea de «poder cultural». Insistí en el papel de la cultura como factor determinante del cambio político: una gran transformación política implica un cambio que anteriormente se ha producido en las costumbres y las mentes de las personas. El trabajo intelectual y cultural contribuye a este cambio de mentalidad popularizando valores, imágenes y temas que rompen con el orden existente o con los valores de la clase dominante. Desde esta perspectiva es más importante hacerse con la posesión de una editorial o incluso emitir una serie de televisión que corear las consignas de un partido. Mi tesis se basaba en la idea de que, sin una teoría bien estructurada, no puede haber una acción eficaz («no hay que poner el carro delante de los bueyes»). La Revolución Francesa no habría tenido la importancia que tuvo si antes no le hubiera allanado el camino los filósofos de la Ilustración, Lenin no puede existir antes de haber existido Marx, incluso un pequeño catecismo presupone la existencia de una teología, etcétera.
Es en esta perspectiva en la que me he referido en varias ocasiones y que Antonio Gramsci describió como el papel de los «intelectuales orgánicos», a los que acusaba de ejercer un poder cultural capaz de crear un nuevo «bloque hegemónico». Pero, en este tema existe, sin duda, una ambigüedad. Gramsci, por muy apegado que estuviera a la acción de los intelectuales, había sido también uno de los principales miembros del Partido Comunista Italiano. Al referirme a él, ¿No corría el riesgo de reforzar la crítica de que para mí las ideas no eran más que un medio para alcanzar un fin puramente político, justo en el momento en que decía que quería mantenerme resueltamente al margen de cualquier preocupación política? En cualquier caso, lo cierto es que la Nueva Derecha se caracterizó rápidamente por ser la impulsora de un «gramscismo de derechas» que algunos observadores, sobre todo en el extranjero, no dudaron en convertir en el núcleo de su doctrina, algo que me asombró bastante. En cuanto a los miembros de la clase política que hoy se refieren a este «gramscianismo de derechas» se encuentran cincuenta años retrasados... ¡Y puedo asegurarles que todavía no han leído a Gramsci!
AMIGOS DE JEAN MABIRE: En su opinión ¿La metapolítica sólo se refiere a la reflexión o tiene otras aplicaciones posibles, en particular en la política?
ALAIN DE BENOIST: Algunas personas cercanas a mí pueden haber pensado que la «metapolítica» no era más que otra forma de hacer política. En mi opinión, esto fue un error, pero uno que les permitió tener la conciencia tranquila con tal de no ceder ante los demonios de la política que nunca habían dejado de obrar sobre ellos. Para mí, al igual que la metafísica tiene poco que ver con la física, la metapolítica se sitúa inequívocamente más allá de la política. Joseph de Maistre la definió como la «metafísica de la política» en 1814, definición que no me parece satisfactoria. Dicho esto, en cuanto empezamos a hablar de «metapolítica» y no sólo de trabajo intelectual, son necesarias algunas explicaciones más. La relación no es de teoría y práctica. Si existe una relación entre metapolítica y política, entonces es una relación indirecta y consistente en el efecto causal que ya he mencionado: el poder cultural, cuando está ideológicamente bien estructurado y consigue influir en el Zeitgeist de una época determinada, puede ser el desencadenador de determinados acontecimientos o situaciones políticas. Pensemos de nuevo en la relación entre la filosofía de la Ilustración y la Revolución Francesa. Pero el error sería creer que quienes hacen las revoluciones son los mismos que las hacen posibles. En realidad, eso sucede muy pocas veces. Y cuando sucede la ironía de la historia es que quienes participan en las revoluciones que han contribuido a hacer posibles, suelen ser sus primeras víctimas. En noviembre de 1793, en el juicio a Lavoisier, Jean-Baptiste Coffinhal, presidente del tribunal revolucionario, proclamó en voz alta que «la República no necesita científicos». Las revoluciones tienen la desafortunada tendencia a devorar tanto a sus padres como a sus hijos (Coffinhal también fue guillotinado).
Por eso creo que debemos separar la política de la metapolítica. Esto no significa, por supuesto, que la metapolítica tenga una cierta superioridad que la convierta en un modelo absoluto, ni que por pensar en la metapolítica no debamos interesarnos por la política, tener una relación con respecto a ella, no como actores, sino como observadores. Yo mismo he escrito constantemente sobre política, ya sea sobre temas de actualidad política o sobre obras de filosofía política, doctrinas políticas o teorías del Estado. Es bueno que algunos hagan política, porque es lo que mejor saben hacer. Un mundo compuesto únicamente por intelectuales sería tan invivible como un mundo compuesto únicamente por floristas o ingenieros electrónicos. Como dijo Dominique Venner al final de su vida: «Si sientes el deseo de actuar en política, comprométete, pero sabiendo que la política tiene sus propias reglas que no son las de la ética» (Un samouraï d'Occident).
LOS AMIGOS DE JEAN MABIRE: El nacimiento del GRECE fue sin duda un acontecimiento importante y una herramienta decisiva de esta reflexión ¿Cómo surgió y cuál fue el motor que impulsó su desarrollo?
ALAIN DE BENOIST: El GRECE fue fundado a finales de 1967 por una treintena de amigos, en su mayoría estudiantes, que se habían conocido a través de la Fédération des étudiants nationalistes (FEN). Ellos comenzaron a reunirse por iniciativa mía, más o menos al mismo tiempo que yo publicaba el primer número de Nouvelle École. Al final, algunos no se unieron al proyecto, pero otros se unieron y siguen comprometidos con el hasta el punto de que siguen aquí medio siglo después. El significado de las siglas estaba claro: más allá de una evocación simbólica de Grecia se trataba de fundar una escuela de pensamiento que sería un «grupo de investigación y estudio». Fue a esta escuela de pensamiento a la que los medios de comunicación dieron el nombre de «Nouvelle Droite» en el verano de 1979, un nombre que nunca me gusto, pero que se ha impuesto por el uso.
LOS AMIGOS DE JEAN MABIRE: En su opinión ¿Era Jean Mabire sensible a la metapolítica y qué papel desempeñó dentro del GRECE?
ALAIN DE BENOIST: Sí, claro. Jean Mabire, que mantuvo una relación estrecha y amistosa conmigo, y que vivía entonces en París (donde se alojó en mí apartamento durante un tiempo), era muy que sensible a la metapolítica, que correspondía a una de las facetas de su temperamento. Ya no recuerdo si fue miembro formal del GRECE, pero durante muchos años participó en las actividades de este movimiento, que muy pronto se extendieron más allá de los confines de esta asociación. Pienso en particular en el papel que desempeñó en Editions Copernic, donde a finales de los años 70 dirigió dos colecciones: «Maîtres à penser» y «Réalisme fantastique». Por supuesto, también colaboró en publicaciones que aparecieron en la periferia del GRECE, empezando por la revista Éléments, que sigue publicándose en la actualidad.
AMIGOS DE JEAN MABIRE: ¿Acaso por medio de sus ensayos, artículos, obras históricas y crítica literaria Jean Mabire se comprometió con la metapolítica, a qué nivel y sobre qué temas podemos afirmar esto último?
ALAIN DE BENOIST: No dudaría en decir que todos los libros de Jean Mabire han tenido un impacto metapolítico, pero en mi opinión esto se aplica especialmente a las obras que dedicó a Normandía y al «nordismo», sus obras sobre el mar, Les dieux maudits y Thulé, novelas como La Mâove y biografías como la del «barón loco» von Ungern-Sternberg y, por supuesto, la formidable empresa que representó a partir de 1994 la serie de libros «Que lire?, que merecen reeditarse en la colección «Bouquins».
LOS AMIGOS DE JEAN MABIRE: En la época de las redes sociales y del colapso del sistema escolar ¿Acaso tiene futuro la metapolítica?
ALAIN DE BENOIST: Sin duda tiene futuro, por la sencilla razón de que siempre habrá poetas, escritores, pintores, músicos y teóricos deseosos de comprender su tiempo y de influir en él. Pero tendrán que adaptarse a los nuevos medios de expresión y difusión. El rápido auge de la «videosfera» (Régis Debray), encarnado hoy por el mundo de las pantallas, el hundimiento de los niveles educativos y de la cultura en general, la aparición de la inteligencia artificial y el papel que ahora desempeñan los «influenciadores» en un mundo «archipielagizado», gobernado por la emoción más que por las ideas («desideologización», por utilizar un término recientemente popularizado por Christophe Bourseiller) y amenazado por el nihilismo y el caos representa sin duda retos a los que hay que hacer frente.
(Entrevista publicada originalmente en la revista Les Amis de Jean Mabire)
Comments