Introducción
Nos encontramos en el mes de junio, un tiempo de celebraciones diversas: día del padre, día de San Pedro y San Pablo, Fiesta de San Juan, etc, con las múltiples festividades patronales que esto implica; además del día del campesino, Corpus Christi y el Inti Raymi (con fecha cambiada) entre otros. Y, en alusión a esta última, desde hace un tiempo ya, es una fecha que en Lima se ha nutrido de una suerte de oleada de identidad indígena prehispánica que, por parte de diversos colectivos y organizaciones de base, pretenden recuperar la cultura antigua y de paso, los sitios arqueológicos en abandono.
Vayamos por partes, lo que se va a leer a continuación no pretende descalificar esfuerzos bien intencionados por salvar sitios arqueológicos en abandono. No criticamos a quienes pretendan “revitalizar” la cultura indígena del pasado ni tampoco decimos que esté mal que la población organizada proteja su patrimonio cultural (ante el abandono estatal es algo loable, pero no ideal). Nuestra crítica va a la manera como esto se plantea: usando como único molde una versión contemporánea de una celebración del Tawantinsuyu como el Inti Raymi, esto nos puede llevar a múltiples reflexiones en torno a la identidad peruana que deseamos se construya.
Recuerdo una vez allá por el año 2009, cuando trabajaba en Huaca Pucllana (Miraflores – Lima), saliendo de trabajar se acercó un hombre mayor a decirme que el “marketing de la huaca estaba mal”. Sostenía que no trabajábamos bien nuestra gestión, él como asesor de diversos alcaldes de distritos del interior del país sabía como hacerlo. ¿Su receta? Era algo más o menos así: “…construyan una casa de piedra forrada de oro con el trono del inca, coloquen un inca sentado, todo de oro… tapen esos adobes y con el oro vendrán muchos turistas… para eso necesitan sólo la mitad de la huaca, el resto ya se puede demoler para hacer un parque…”. Sin palabras, sólo hay que acotar que esas ideas están, en diverso grado, vigentes en la mente de muchos. ¿De qué manera? En pretender explicarlo todo desde la perspectiva de los últimos cien años de vida autónoma de los pueblos indígenas (el incanato), de pensar que sólo los metales preciosos valen la pena (“síndrome Sipán”); y, que el patrimonio monumental es demasiado grande y debemos desaparecer algo de ello para dar paso al “progreso”.
En esta oportunidad abordaremos algo referido a la idea de verlo todo desde el prisma del Tawantinsuyu y como esto afecta la búsqueda de una visión realista de la diversidad cultural del Perú.
El inti Raymi cusqueño como arquetipo
Antes de continuar con el tema referido a la aplicación del Inti Raymi a sitios arqueológicos de Lima, debemos conocer un poco lo que es dicha festividad. Acudiremos a algunos cronistas para esto, destacando al Inca Garcilaso, quien pese a escribir desde España, es acucioso en cuanto a sus fuentes y, además, por ser heredero directo vía materna de la nobleza cusqueña.
De acuerdo al Inca Garcilaso de la Vega[1]se trata del Intip Raymi traducido como pascua o fiesta solemne del sol; el término raymi se usa para otras celebraciones pero siempre en referencia a esta, la festividad principal. La fecha es pasado el solsticio de junio. La fiesta estaba dedicada al sol en su calidad de divinidad principal y de padre de los incas. Los participantes eran los guerreros principales en actividad (cuando no estaban en campaña) y los retirados, todos los curacas y el Inca. El principal oficiante era el propio Inca en calidad de hijo del Sol. Los participantes iban en traje de guerra muy adornados y tocando instrumentos musicales, otros iban disfrazados de animales, en general se generaba una suerte de competencia de trajes y fanfarria. Se preparaba el pueblo y la nobleza ayunando, elaborando panes especiales y se elegían los animales a ser sacrificados.El día de la celebración el Inca y su familia esperaban la salida del sol en la plaza de Cusco, le adoraban y brindaban con él, lo mismo hacía el resto de invitados pero desde otra plaza. Luego se realizaban más brindis en el Qorikancha, ante el ídolo del sol, una vez acabado esto se recibían ofrendas de los curacas sujetos al imperio. Tras esto seguía el sacrificio de un camélido de color negro para adivinar el futuro. Luego proseguían más sacrificios pero no para adivinar sino que eran degollados y quemados en parte en honor al sol y el resto invitado a los participantes. Finalmente se daban danzas de todas partes del imperio en medio de una inmensa borrachera. La festividad duraba nueve días.
Según Cristóbal de Molina[2]esta fiesta marcaba el inicio del año, aunque hay diversidad de pareceres en las crónicas sobre este tema, menciona numerosos sacrificios de camélidos de todos los colores. Menciona también la participación de mujeres importantes en partes de esta festividad.
Miguel Cabello de Valboa[3]menciona el sacrificio de cientos de camélidos, tanto domésticos como salvajes, la elaboración de estatuas de madera con vestimenta lujosa –de varones y de mujeres– a las que se honraba y habían grandes bailes.
Felipe Guamán Poma de Ayala[4]haciendo el recuento de actividades del equivalente Inca del mes de junio menciona que es una fiesta “moderada” en la que se gastaba mucho, se sacrificaba niños al sol en el ritual de la “Kapak Ucha” además de oro, plata y mullu (concha Spondylus sp.).
Esto no es sino un apresurado e incompleto resumen que solo pretende dar al lector una idea de la complejidad de esta celebración, dejando a un lado el carácter místico y esotérico que definitivamente debió tener en muchos de sus detalles. Podemos decir que se trata de una festividad de carácter apoteósico que incluía en sus nueve días de duración bailes, borracheras, ofrendas a los ídolos con oro, plata y concha Spondylus, brindis con el sol, sacrificios de camélidos, banquetes y sacrificios de niños. Con detalles más o menos, parte de esto se ve reflejado en el festival que cada año se realiza en el Cusco. No entraremos aquí a detallar las licencias artísticas tomadas, incoherencias y anacronismos de vestuario e implementos, etc.
Una de las peculiaridades del Una de las peculiaridades del Inti Raymi[5] cusqueño es el realizarse en el monumental escenario de la “Fortaleza” de Saksaywaman, además de tener por escenografía parte del centro de la ciudad. Esta celebración no tiene categoría de recreación histórica, hay mucho de modernidad, ideas estereotipadas de lo que debe ser “inca” o “indígena” y… esto es lo que más a calado en las réplicas de esta celebración en Lima…
Raymis por todos lados y los raymis de Lima
Desde hace varios años, con motivo de acrecentar el turismo en diversos sitios arqueológicos se empezaron a escenificar “raymis”, Vilcashuamán es un buen ejemplo y, curiosamente el baluarte Chanca de Sóndor se sumó a esto también, pero de una manera peculiar: su Sóndor Raymi es una “Epopeya Chanca” y reivindica la identidad de este pueblo frente a la historia oficial que los pone como los agresores del pequeño reino del Cusco. Esto no es una peculiaridad peruana. Ya en Bolivia, desde que asumió el poder Evo Morales, tenemos celebraciones del “Año nuevo andino amazónico” en decenas de sitios arqueológicos[6]además de la toma de mando realizada simbólicamente en Tiahuanaco.
En Lima, esto se ha replicado también, tenemos este mes de junio del 2019:
- XII Inti Raymi en la Huaca Fortaleza de Campoy de San Juan de Lurigancho
- Hatun Kuraq Raymi en El Paraíso en San Martín de Porres
- VIII Concurso Encuentro de Curacas Celebración del Inti Raymi en el Museo de Sitio Arturo Jimenez Borja Huaca Puruchuco
- Hayway Por Inti Raymi en al Santuario arqueológico de Pachacamac
- Escenificación del Inti Raymi 2019 Palacio Inca de Oquendo – Callao
- Ofrenda al Tayta Inti en el Complejo arqueológico Mateo Salado Pueblo Libre
- Fiesta del sol sanmarquina Inti Raymi en la Huaca San Marcos Cercado de Lima
- Inti Raymi Michakuy en la Huaca San Borja – San Borja
Estas celebraciones son avaladas y supervisadas por el Ministerio de Cultura pero, están en manos respecto de su organización a diversos grupos de entusiastas con mayor o menor grado de organización pero con los sinceros deseos de revalorar el pasado prehispánico. Sin embargo, ¿qué es lo que se representa? ¿Estamos ante fidelidad histórica o ante una manifestación folclórica contemporánea?
¿Qué implican los Inti Raymis en diversidad de sitios arqueológicos?
Imaginemos por un momento que estamos en el año 3176… la nueva sociedad que surgió del Perú decide revalorar el pasado peruano y empieza a celebrar el 28 de julio con una deslucida réplica del desfile militar en los siguientes lugares: ruinas de la plaza mayor de Lima, en lo que queda del sitio arqueológico de Pachacamac, en las ruinas de la municipalidad de Santa Anita y en el patio del local del Concilio Evangélico Peruano. En estos eventos veríamos a gente disfrazada de soldados de la época de la independencia, virreinales, de la campaña de 1941, de la guerra contra el terrorismo mezclados, arrastrando con caballos, veríamos un automóvil descapotable con un sujeto disfrazado de presidente que viste un traje de Virrey pero con anteojos Rayban. Algo así es lo que hacemos en la actualidad.
Pues bien, nuestros raymis lucen todos los estereotipos de lo “indígena” y lo “inca” en su vestimenta y actuar. Cabellos muy largos o muy cortos, túnicas totalmente anacrónicas donde resaltan los diseños contemporáneos y el papel dorado simulando “oro”, banderas del arcoiris (“Kapak unancha”) que nunca se usaron, “chakanas” en el suelo o en estandartes y banderas, etc. Se mezcla todo esto con estampas folclóricas contemporáneas y altas dosis de ideas de la “New Age” y chamanismo de indígenas norteamericanos. Definitivamente, no es una imagen próxima a la realidad.
Ahora en lo que respecta a los sitios donde son escenificados, tenemos que se trata de santuarios de divinidades propias de la costa como Pachakamak, sitios locales de época inmediatamente anterior a la dominación Inca de la costa central como Campoy, San Borja, Mateo Salado o Puruchuco que fueron remodelados durante el imperio Tawantinsuyu, un sitio del periodo Arcaico (6000 – 2000 aC) como El Paraíso, y un sitio de la cultura Lima (200 – 700 dC) que es Huaca San Marcos. ¿Son todos los lugares apropiados para esta celebración? Dejemos de lado por un momento lo relacionado a la capacidad de aforo pues, se supone, que el Ministerio de Cultura se encarga de esto bien; pensemos en el trasfondo de la idoneidad histórica de cada sitio. Palacios de curacas locales remodelados en tiempos del Tawantinsuyu, sitios que no sabemos su funcionalidad y solo decimos que son “ceremoniales” por decir algo, el santuario de una divinidad oscura y ligada a los terremotos y un templo de la cultura Lima son escenarios… ¿Es lo adecuado? La celebración original era en la capital del Imperio, seguramente se replicaba en los principales centros administrativos incas de las diversas regiones dominadas por ellos. Entonces, ¿tiene sentido replicar una celebración de la élite inca en diversidad de sitios como los mencionados?
Alguien puede decir que siendo sitios ancestrales podemos usarlos como excelentes escenarios para esto sin importar la rigurosidad histórica… desde ese punto de vista estamos reduciendo los sitios arqueológicos a simples escenarios, telones de fondo, los estamos apartando de su funcionalidad original, estaríamos asignando nuevos discursos para los sitios… sin saber cuáles fueron sus discursos reales. Eso es un problema, pero este problema tiene responsables: los arqueólogos.
¿Brindamos los arqueólogos la información necesaria para entender adecuadamente los sitios arqueológicos? De un cientificismo y academicismo exagerado hemos pasado a llenar los sitios arqueológicos de “Huacas, burbujas y Rock and roll”, de raymis, de ballet, de poesía reduciéndolos a telones de fondo sin tener muchas de esas nobles actividades culturales un vínculo real con el sitio donde se escenifica. El arqueólogo debe dejar de ser tan gestor y retomar su función original: aportar conocimiento de esos sitios, sólo de esa manera podremos realizar actividades con la comunidad que realmente revaloren el pasado de cada localidad mediante representaciones que les liguen con lo que queda del pasado de sus territorios, expresados en los sitios arqueológicos.
Por otro lado, ¿es necesario reducir 14000 años de historia autóctona a sólo los últimos cien años que son los que les corresponde al Tawantinsuyu?
Es necesario hacer una salvedad, gracias a estos intiraymis sitios como El Paraíso y Huaca Fortaleza de Campoy lograron mantenerse ante el abandono estatal; los entusiastas que se compraron el problema de conservar estos lugares de los traficantes de terrenos y el vandalismo no hallaron otra manera de comprometer a la población que realizando esto en los sitios; si bien no escapan a las críticas realizadas párrafos atrás, debemos tener claro que es meritorio lo realizado, ante el abandono por parte de las autoridades.
Una alternativa a mediano plazo…
Lo avanzado es meritorio, si; pero no es lo ideal. Antes de llenar los sitios arqueológicos de “raymis” debemos conocer esos sitios, debemos conocerlos a tal nivel que podamos recrear acciones, festivales, hechos diversos que realmente emulen lo realizado allí y permitan honrar a nuestros antepasados indígenas de una manera adecuada que, a su vez, cohesione a la sociedad actual y deje de ver esta al sitio arqueológico como un estorbo al progreso. “La pelota está en cancha de los arqueólogos” podríamos decir en términos deportivos coloquiales, pero para ello requerimos que los colegas tengan claro que el Cusco y los incas no son, aunque les pese a muchos, el centro del mundo. Dejemos de mirar todo el pasado prehispánico con el prisma de los incas, en estos tiempos que tanto se habla de respeto a las minorías y a los oprimidos pensemos más en todos los pueblos dominados por los incas y démosles visibilidad. Que el humo de las llamas sacrificadas en el Intip Raymi no nuble nuestros ojos.
Departamento de Estudios en Arqueología e Historia -DEAH
Pedro Vargas Nalvarte, Jefe de Departamento, Licenciado en Arqueología por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y Magister en Lingüística por la misma casa de estudios, investigador del Laboratorio de Paleontología de Vertebrados del Museo de Historia Natural UNMSM y de la Asociación Peruana de Arte Rupestre.
Notas
[1] Inca Garcilaso de la Vega “Comentarios Reales de los Incas” Librería Internacional del Perú 1959 [1609] Argentina
[2] Cristóbal de Molina “Ritos y fábulas de los incas” Editorial Futuro 1947 [1873]
[3] Miguel Cabello de Valboa “Miscelánea antártica” Universidad Nacional Mayor de San Marcos Instituto de Etnología 1951 Perú
[4] Felipe Guamán Poma de Ayala “Nueva Crónica y Buen Gobierno” tomo I Fomdo de Cultura Económica 1993 México
[5] Aunque debería ser Intip Raymi.
[6] Con no pocos problemas de conservación para los sitios frente a una marejada de asistentes que dejan tras de sí desechos y basura a montones.
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