Conservadurismo y antiglobalismo: terreno fértil para el nuevo orden multipolar
- Lucy Depablos
- 26 ago
- 2 Min. de lectura

Ante un mundo subyugado por el totalitarismo globalista, surgen fuerzas que buscan restablecer el equilibrio de poder. Durante décadas, las élites nos despojaron de nuestra identidad, historia y propósito, imponiendo lógicas sociales que solo generaron caos y subyugación. En respuesta, el conservadurismo emerge como una ideología capaz de rescatar el sentido común perdido, ofreciendo orden, soberanía y pertenencia.
Hoy en día, el nuevo orden multipolar se está fortaleciendo como contrapeso al globalismo, alimentado por el creciente descontento de la gente. En Iberoamérica, este despertar ha sido más lento que en Europa, en parte debido a la falta de coordinación internacional para reivindicar a nuestras naciones. Sin embargo, cuando empezaron a surgir redes de apoyo y concientización, se hizo evidente cómo las minorías victimizadas eran utilizadas como herramienta para imponer agendas contrarias a la mayoría.
Las élites, ciegas al malestar social, abandonaron el liderazgo político real, dejando un vacío que los movimientos nacionalistas y soberanistas, profundamente identitarios y tradicionalistas [han sabido llenar], cuyo objetivo es defender la soberanía frente a la maquinaria globalista que busca homogeneizar culturas y borrar identidades.
Hoy, Iberoamérica ya no es la excepción. Líderes antiglobalización [p.ej. Nayib Bukele] han emergido con fuerza y representan la expresión política de un pueblo cansado de discursos vacíos y promesas progresistas que no lograron resolver problemas reales como la inseguridad o la falta de oportunidades.
Mientras las élites, obsesionadas con imponer ideologías ajenas a la mayoría, descuidaron lo esencial: educación, trabajo y estabilidad. No es que las sociedades se hayan vuelto repentinamente conservadoras; es que los globalistas han creado un mundo paralelo, alejado de la vida real, buscando borrar la cultura, la tradición e incluso la esencia misma de la humanidad. Uno de los grupos más afectados han sido los jóvenes, especialmente los hombres, víctimas de un discurso feminista radical que demonizó la masculinidad y generó una profunda confusión social.
Frente a la precariedad laboral, la falta de oportunidades y la corrupción de los partidos tradicionales, muchos jóvenes ven [en los nuevos movimientos] un espacio de rebelión y resistencia. Allí encuentran no sólo identidad, sino también la posibilidad de reclamar un futuro que el progresismo les negó. La multipolaridad como contexto da a millones de jóvenes identidad, propósito y pertenencia; en resumen, les devuelve su humanidad.
En este escenario, la multipolaridad surge como una gran oportunidad. Un mundo sin hegemonías, donde ninguna potencia pueda imponer su modo de vida a otras, es compatible con el conservadurismo antiglobalización.
La multipolaridad abre espacio para diversos proyectos nacionales, fundados en la autonomía y la identidad individual. Es, en definitiva, un terreno fértil para forjar alianzas transnacionales que puedan frenar el globalismo liberal y devolver a cada nación la soberanía que le corresponde.
El conservadurismo antiglobalista es totalmente compatible con el mundo multipolar emergente. Porque donde se debilitan los grilletes del globalismo, nace la posibilidad de un renacimiento patriótico que restaurará el orden, el propósito y la dignidad de nuestras naciones.
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