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Foto del escritorPedro Carlos Vargas

Acerca de la Ciudad de Lima, en el aniversario de su fundación, por Pedro Vargas


El aniversario de la fundación de la Ciudad de los Reyes es siempre motivo de celebración, pero también de confusión así como de conflicto y debate la mayoría de veces, maniqueo y subjetivo. Además, hay cosas que muchas veces se asume como ciertas y otras que de tanto mentir se les da por verdaderas. Que esta fecha sea ocasión de reflexionar, recordar y – por qué no – traer temas incómodos que no debemos olvidar.


La presencia humana en lo que hoy conocemos como Lima data de hace 12000 años, estas evidencias proceden del Cerro Chivateros en el Callao y nos permitieron conocer que este territorio está habitado desde hace milenios; se trataba de sencillos cazadores, recolectores y pescadores que fueron los primeros “limeños”; y, por cierto, no lucían como homínidos pre humanos como las láminas escolares y páginas de facebook e internet los representan muchas veces. Debieron andar semidesnudos, cubriéndose con pieles de animales o con faldellines de fibra vegetal (como veremos algunos milenios después en los restos de la aldea de Chilca); pero eran humanos que conocían muy bien el territorio, diversos campamentos y talleres de esta gente se tenía en Ancón, Pampa Canario, Piedras Gordas y otros lugares hoy urbanizados o usados como campos de entrenamiento militar.


Mucho tiempo después los limeños se volvieron sedentarios, habitaron en aldeas cercanas al mar y otras en las lomas; luego que la arquitectura se perfeccionara y los requerimientos de diversos cultos lo exigieran empezaron a construir enormes pirámides para rendir honores a sus divinidades. Diversos debieron ser los pueblos que usaran Lima como un asentamiento permanente o que lo visitaran en peregrinación a los templos de gran fama que aquí se erigieron. Quienes usaron los templos en “U” (1800 – 400 aC), la llamada cultura Lima (0 – 700 d.C.), la influencia Wari (700 – 1000), luego los llamados Ychsma (1000 – 1470) que luego debieron sufrir la ocupación del Imperio Cuzqueño (1470 – 1532). Si bien conocemos a estos pueblos con nombres dados por los arqueólogos o tomados de datos etnohistóricos, poco es lo que sabemos realmente acerca de su identidad y si los podemos ligar a pueblos indígenas actuales (esto último sólo queda claro con los incas y su claro vínculo con el Cuzco).


Lima fue “el pueblo de indios” sobre el cual se edificara la ciudad estilo español a partir de la cual tenemos la metrópoli enorme y caótica de hoy. Pero no era una pampa desierta ni una gran ciudad indígena tampoco. Un sencillo asentamiento de un curacazgo de segundo orden (nada en comparación con Sullko o Malanka) con construcciones palaciegas parecidas a Huaca Puruchuco y otras. Lo que debemos tener claro es que Lima no era un desierto. Era un inmenso valle artificial irrigado con canales de tal envergadura que hoy los llamamos “ríos” (Surco por ejemplo), lleno no solo de campos de cultivo, sino también de bosques y lomas; recursos que fueron aprovechados al máximo por los pueblos indígenas y luego por los europeos. La Lima virreinal no hubiera sobrevivido sin la infraestructura hidráulica construida por los indígenas.


En Lima no se habló siempre español, solo desde 1533 se oyó el español por aquí, cuando la pequeña expedición de Hernando Pizarro llegó al santuario de Pachacamac. Antes se habló quechua, asumimos como si de un hecho irrefutable se tratara; pero la realidad es más compleja. Por supuesto que se habló quechua, tanto el sureño que trajeron los cusqueños como el quechua central (más parecido al hablado en la sierra central actual); además se tenía diversas lenguas de la familia Aru como el jakaru y el cauqui (No es una influencia altiplánica, es exactamente al revés: Lima e Ica son la zona original de estas lenguas que luego se expanden al sur). Pero, no solo esto, existe evidencia de lenguas arawak como el yánesha y el ashaninka, actualmente amazónicas; y también de las lenguas culle y quingnam (extintas ambas sin diccionarios o gramáticas que nos develen sus secretos). Pensemos más que en una Lima quechua, en una Lima con una gran diversidad lingüística: como la de hoy.


Tocando el tema de las lenguas debemos recordar que este lugar se llamó tal como lo conocemos antes de la fundación de la Ciudad de los Reyes. Lima se llamaba Lima, el nombre indígena le ganó al pomposo nombre que le diera Pizarro. Y no, no es una degradación de rímac o rimaq, tampoco Limaq; muchos piensan que los sonidos de la “L” no son propios del quechua. Quienes lo hacen asumen que el quechua sureño es el único existente, obviando al resto de dialectos y al que se hablaba aquí. Debemos tener presente también que el quechua cusqueño es uno de los que más influencia tiene de lenguas Aru como el actual aymara altiplánico; un quechua más cercano al antiguo de estas zonas es el ancashino o el de Junín. Añadir “q” o apóstrofes a los topónimos no los vuelve más indígenas, solo demuestra que se quiere forzar una identidad, en este caso teñir de lenguas y costumbres de la sierra sur un territorio donde florecieron muchos pueblos con tanta o más riqueza cultural. Curiosamente, se hace algo por lo cual se ataca tanto a los europeos que aquí llegaron.


La Ciudad de Los Reyes empezó como la capital de la Gobernación de Nueva Castilla, tras los entuertos y conflictos entre europeos se instaura el Virreinato y la ciudad se mantiene y empodera como capital del virreinato que regiría buena parte de Sudamérica. Pero antes de ello en este territorio ya regía el destino de millones por medio de la religión. El Santuario de Ychsma (rebautizado como Pachacamac por los incas) atraía peregrinos de lo que hoy es Ecuador, Chile, Bolivia, la Amazonía; y sus mandatos eran ley. Tal fue su poder que los invasores cusqueños debieron garantizar su funcionamiento solo añadiendo un templo a la divinidad solar y otros detalles administrativos. Lima fue un núcleo de caminos, un santuario de primer orden, las islas de su costa eran consideradas sagradas y atraían peregrinos; nuestra Lima de todas las sangres siempre fue un referente en este territorio. Es lo que debe seguir siendo, más allá de reclamos de centralismo (como no tener que requerir más recursos para Lima si tiene a la tercera parte de la población del Perú); más allá de los adoradores de imperios destruidos (el inca y el hispano), más allá de la ramplonería republicana y la cultura chicha; Lima merece retomar su rol de cabeza de Sudamérica, es parte del destino imperial de este territorio que hoy (guste o no) es la República del Perú.


Departamento de Estudios en Arqueología e Historia -DEAH


Pedro Vargas Nalvarte, Jefe de Departamento, Licenciado en Arqueología por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y Magister en Lingüística por la misma casa de estudios, investigador del Laboratorio de Paleontología de Vertebrados del Museo de Historia Natural UNMSM y de la Asociación Peruana de Arte Rupestre.

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